martes, 26 de agosto de 2014

Tras cuarenta años de Vicente Emilio Sojo

Tras cuarenta años de Vicente Emilio Sojo

Por Fabiana Sans Arcílagos

“Hombres así no mueren,
quedan en el espacio y en el futuro, al porvenir,
hasta la fecha del “Dies irae”1

Muchos han escrito sobre Vicente Emilio Sojo, muchos lo ha recordado y homenajeado. Hoy, cuarenta años después de su pérdida física, pero no espiritual, vamos a emprender un pequeño viaje al pasado, retomando algunas de las palabras que se han dicho por y para él, con la intención de recordar y destacar el afecto plasmado a través del tiempo para que quienes no lo conocen aún, sepan quién fue, y los que sí, lo rememoremos en su esencia, desde la voz de sus discípulos y allegados e incluso desde su propia voz.
Gracias “a la asiduas insistencias de Flor Roffé de Estévez”, en 1964 las Breves notas sobre algunos aspectos de la vida musical de una persona, ven la luz. En este folleto autobiográfico, donde el maestro Sojo se refiere a sí mismo en tercera persona, cuenta que vino al mundo el 8 de diciembre de 1887 en Guatire (actual Municipio del Estado Miranda) en el seno de una familia principalmente de artesanos y agricultores, aunque por línea materna tuvo dos antepasados músicos: el Licenciado Francisco Castro y su hijo Domingo. 
Sojo recibió sus primeras lecciones musicales de forma gratuita con Régulo Rico en el período comprendido entre mediados de 1806 hasta 1905. Ya en esta época se registran documentos en los que se puede percibir el gran músico que sería nuestro maestro. Una muestra de ello se resguarda en un documento del Consejo Municipal de Guatire, fechado en 1905, en el que se hace una solicitud de instrumentos para la Unión Filarmónica del Distrito Zamora; en esta misiva se comenta que hay jóvenes que se destacan, y que perfeccionando sus estudios con dicha dotación serían gloria de la patria, enfatizando que, entre ellos, sobresale  Vicente Emilio Sojo.
En el año 1906 se muda a Caracas, donde combinaría su oficio de tabaquero con los estudios musicales en la Academia de Bellas Artes, bajo la custodia de Andrés Delgado Pardo, aunque confiesa que “su verdadero maestro fue Hilarión Eslava; a través de su tratado de Armonía y el Contrapunto y Fuga”2
De entre sus anécdotas de juventud cabe destacar un episodio en 1911, cuando Joaquín Silva Díaz lo derrota en un concurso y a él le concedieron mención de honor, por “su concienzuda labor armónica”3.
Sojo nos remite en su escrito hacia aquella Caracas en la que se empezaron a escuchar las notas del “arte nuevo” europeo, más concretamente francés y los jóvenes se empezaron a familiarizar con las formas. Particularmente “le cautivaron la técnica modulatoria de Frank; la fineza expresiva de Fauré; la intensidad poética de Debussy, y la suma limpidez de Ma Mére l’ole de Ravel”4.  De aquí en adelante Sojo ensaya el nuevo estilo y se demuestra en sus composiciones como Salve Regina, O Salutaris, entre otras.
Con este último comentario como base, Rhazés Hernández López nos remite al recuerdo de un concierto homenaje al maestro Sojo, realizado por la Orquesta Sinfónica de Venezuela. En éste sonaron las notas de su obra Treno para orquesta. Sobre este momento Hernández López expone que “es una obra de gran envergadura (…). Por momentos trae reminiscencias de Fauré o mejor, de los románticos franceses de la penúltima década del siglo XIX. (…) Una concepción suelta en su vuelo, realizada con propiedad y dominio”5.
Proseguimos así con el relato del maestro y con otra de sus obras: la Misa Cromática. Cuando ésta fue dada a conocer,  fue “objeto de controversia, puesto que no se ajusta a cánones hieráticos: los acordes que en número de sonidos sobrepasan a las tríadas, se enlazan con absoluta libertad; los giros melódicos abundan en distancias prohibidas por los “domies” del género”6.  Esta misa fue estrenada en 1924 en la Catedral de Caracas, y es una obra que registra una nueva etapa en la música religiosa venezolana, pues “abandona el diatonismo para adentrarse con profundo aliento en la armonía cromática”7.

En base a esta afirmación, podemos escuchar de Antonio Lauro palabras similares cuando precisa que Sojo “llegó a innovar dentro del género musical, introduciendo un cromatismo que hasta esa fecha estaba prohibido. En la música litúrgica no se permitía el procedimiento armónico cromático (…) La notas de adorno, que fueron otra de las cosas que dominó el maestro Sojo muchísimo y es lo que hacen tan bellas  sus composiciones”8.
Entre anécdotas y datos cronológicos, Sojo nos va desglosando sus obras y detalles que derivan de esta historia. Llegamos entonces a 1936, fecha en la que fue nombrado Director de la Escuela Superior de Música. “Lo primero que Sojo hizo fue transformar, sin consulta, la primitiva clase de armonía en Cátedra de Composición”9. De aquí en adelante un número selecto de alumnos tuvieron la oportunidad de forjar junto al maestro Sojo la vertiente de la escuela nacionalista.
El ya citado Hernández López recuerda este movimiento nacionalista como la creación de una escuela y dice que “representa una de las contribuciones más firmes para una definición de nuestra cultura, de nuestra presencia como algo propio”. Prosigue comentando:  “cerca de un centenar de obras llevan inscrito con rúbrica indeleble el signo de lo nacional sin que allí encontremos lo estereotipado de un mal gusto, la chabacanería chovinista y el alarde sin la perfección de lo espiritual.”10.
Por su parte José Antonio Abreu opina que “él (Sojo) estuvo muy en sintonía con el movimiento latinoamericano que encabezaban Ginastera, Chaves y Villalobos que en aquel entonces, fundamentalmente en América Latina, entendió la necesidad de insertar el movimiento de composición venezolano dentro de ese cuadro continental y lograr una expresión musical de profunda originalidad y de profunda raíz nacional en la historia”11

Sojo se dedicó en cuerpo y alma a promover la cultura nacional a través de la música y realizó esta labor de distintas maneras: desde su propia obra, desde la enseñanza,  como recopilador y editor de diversas obras del acervo nacional y, la más relevante de todas, como maestro de maestros (Inocente Carreño, Evencio Castellanos, Antonio Estévez, Antonio Lauro, entre otros).
Cabe destacar, como nota anecdótica, que el maestro Sojo como resultado de búsqueda del perfeccionamiento musical, era altamente selectivo con sus alumnos. No permitía que todos los estudiantes que así lo quisieran, recibieran sus lecciones. Él escogía minuciosamente a sus alumnos, se dedicaba a conocerlos y desarrollar su potencial, sin perder de vista las ideas que quería enseñarles. Bien lo comenta Antonio Estévez “él sabía llevar a sus discípulos según su idiosincrasia, según su grado de preparación previa, según su sensibilidad, según las cualidades psicológicas de  cada quien y  él penetraba en eso mismo y trataba de llevarlo individualmente a cada uno con sus características, respetando y a la vez insuflándole las ideas que él quería”.12

En sus breves notas continúa hablando sobre sus obras, alumnos y anécdotas. Pero, yendo un poco más allá, no podemos dejar a un lado la labor emprendedora de Sojo, que tiene hoy día su más alto representante en la Orquesta Sinfónica de Venezuela. Su tenacidad por no dejarse llevar ante la desidia, el intrusismo, el facilismo y la poca fé, lo llevaron a consagrar la principal institución musical del país.
Se puede leer sobre este tema a Pedro Antonio Ríos Reyna cuando detalla “el maestro Sojo tuvo que vencer muchas dificultades (…). Los conciertos ocasionaban perdidas, que el Maestro Sojo cancelaba personalmente, la mayor parte de las veces. En muchas ocasiones, también regalaba instrumentos a los ejecutantes jóvenes”.  Sojo mantuvo su “esfuerzo heróico” por más o menos 18 años. Gracias a él se logra la estabilidad y bienestar de la orquesta”. Culmina aseverando que “la Orquesta Sinfónica Venezuela, fruto de su tesón y de su espíritu creador, es su más hermosa obra y el mejor monumento que puede levantarse a su espíritu de abnegación y sacrificio”13
Además, al maestro Sojo lo vemos no solo en su afán en formar músicos o instituciones, sino en la creación e implantación de "tradiciones" para el deleite del público, como fueron por ejemplo los Conciertos Sacros, ofrecidos en el Teatro Municipal de Caracas. En estos conciertos se escuchaba la música de los compositores venezolanos de la colonia y, a pesar que trataron de acallar esa labor, según nos comenta Rházes Hernández López, “la voluntad y tenacidad del artista mirandino, su espíritu emprendedor, y en la convicción de que se estaban llevando a cabo un trabajo de recuperación, de rescate, los Conciertos Sacros del Viernes del Concilio se transformaron en una indestructible institución”14.
Así, en estos Conciertos Sacros, que comenzaron el 31 de marzo de 1933 y se realizaron durante casi tres décadas, no sólo se implantó la divulgación a través del Orfeón Lamas y la Orquesta Sinfónica de Venezuela de los maestros coloniales, sino que se fomentó la creación de nuevas obras, especialmente corales (para ser interpretadas por el orfeón),  las cuales marcarán una intensa e importante etapa liderada por Sojo y algunos contemporáneos, como Juan Bautista Plaza y José Antonio Calcaño, que más tarde sería continuada por sus discípulos prolongando ese legado hasta el día de hoy.

Remitiéndome a mis primeras palabras, muchos han escrito sobre él, muchos lo ha recordado y homenajeado. Sin embargo, nunca habrá suficientes palabras de agradecimiento y admiración hacia el padre del nacionalismo musical venezolano, instaurador de la Escuela de Madrigalistas y fundador del Orfeón Lamas y de la Orquesta Sinfónica de Venezuela. “El destino lo puso en el momento apropiado y lo cumplió a cabalidad. Fue un hombre íntegro, un hombre que se dedicó completamente a la música y a la formación de músicos”15. Sobre él recaen las notas de todas las generaciones. Hoy su nombre suena en el mundo. Gracias Vicente Emilio Sojo.

Texto: Fabiana Sans Arcílagos
Agosto de 2014
Fotografías: Colección Fotográfica del Centro Documental, Teatro Teresa Carreño
Prensa: Colección Hemerográfica del Centro Documental, Teatro Tereresa Carreño: Últimas Noticias, 11 de agosto de 2004; El Universal, 11 de agosto de 2004; El Pueblo, 11 de agosto de 2004.

Bibliografía
1 Hernández López, Rhazés. (1971, 12 de diciembre). El maestro Sojo y sus 84 años. El Nacional. Caracas-Venezuela.
2,3,4,6,7,9 Sojo, Vicente Emilio. (1965, 8 de diciembre). Breves notas sobre algunos aspectos de la vida musical de una persona. El Nacional. Cuerpo C, p.1, 12 y 14 Caracas-Venezuela.
5 Hernández López, Rhazés. (1970, 8 de febrero) Concierto homenaje al Maestro Sojo. El Nacional. Cuerpo A-5. Caracas-Venezuela.
8, 11,12,15 Cachano Films para Lagoven S.A. (Sin fecha). Documental sobre la vida del Maestro Vicente Emilio Sojo [Vídeo]. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=Z3d4nHY21-8 / https://www.youtube.com/watch?v=-KD1mFnkjSw / https://www.youtube.com/watch?v=ue-EqbG_k3I
10 Hernández López, Rhazés. (1967, 10 de diciembre). El Maestro Sojo y su obra. El Nacional. Cuerpo A-7. Caracas-Venezuela
13 Lozano Rafael. “Pedro Antonio Ríos Reyna o la ovación musical”. Revista Tópicos Shell.
14 Hernández López, Rházes. (1968, 7 de abril). Concierto sacro en la Catedral. El Nacional. Cuerpo A-5. Caracas-Venezuela
Hernández López, Rhazés. El maestro (1975, 2 de febrero). Sojo en el tiempo y en el espacio. El Nacional. Cuerpo A-4 Caracas-Venezuela.
Sangiorgi, Felipe. El Maestro Vicente Emilio Sojo, vida y obra. Revista musical de Venezuela N° 27. Enero-Abril. 1989. Caracas-Venezuela

martes, 12 de agosto de 2014

José Peraza, calzando a la gente del Teresa

GENTE DEL TERESA

José Peraza, calzando a la gente del Teresa

Santa Lucía del Tuy, Edo. Miranda, 18 de septiembre de 1949

Hombre de origen humilde. Desde pequeño se dedicó a compartir con su familia diversas tareas para poder sustentarse. Trabajó como vendedor de periódicos, caletero y limpiador de zapatos. Esta última actividad estimuló su curiosidad por el mundo de las formas y modelos en los calzados, tipos de cueros, colores, tintes, tacones y suelas, logrando así crear una pequeña fábrica artesanal para la confección y reparación de zapatos.
Cumplió con el servicio militar, destacándose como Auxiliar de Oficina en el Destacamento de Los Cazadores Páez, ubicado en San Juan de los Morros. También realizó pequeños cursos relacionados con el diseño del calzado y de Seguridad Industrial.
Más tarde, luego de trabajar en diferentes ocupaciones, a sus 25 años, estudió Zapatería en el INCE con el Profesor Laya. Al finalizar estos estudios, fue llamado para colaborar en el área de zapatería y vestuario, durante los espectáculos de ópera y zarzuela que se presentaban con frecuencia en el Teatro Municipal de Caracas. Es allí, donde Domingo Peraza (su hermano) y a Alirio Uribe “Sopa”, quienes lo invitan a trabajar en el Departamento de Zapatería del Teatro Teresa Carreño, donde ingresa formalmente en el año 1983.
Entonces, comienza una exitosa carrera en esta área tan difícil y tan poco conocida: la fabricación y adaptación de calzados de todo tipo y estilo, para cantantes, bailarines, coristas, actores, actrices y figurantes, de las presentaciones en los escenarios del Complejo Cultural del Teatro Teresa Carreño y en las principales salas teatrales del país.



Su formación se complementó con los consejos y  enseñanzas de profesionales de la talla del señor Garófalo (su primer maestro como utilero), Adán Martínez, Spoladore y Aurelia Scorza, quienes durante años coronaron sus trabajos como vestuaristas, con los finos detalles que realizaba Peraza en los zapatos, zapatillas, botas, botines y sandalias, que eran solicitados en los montajes. Es ocurría tanto para la ópera o el ballet, como también para espectáculos populares.
Esta tarea ameritaba un gran conocimiento en cuanto a los estilos, épocas y ambientes, en los que se desarrollan las historias y tramas de los montajes.
Al final, su trabajo siempre llevó su inconfundible sello, que por más de 27 años de labores ininterrumpidas cumplió en su Departamento de Zapatería, en el área de Producción del Teatro Teresa Carreño.
José Peraza, recuerda con gracia muchas anécdotas, en las que cantantes de baja estatura, le solicitaban aumentar las alturas de sus suelas, o de cantantes de gran estatura, que le suplicaban ensanchar las hormas para sus pies.
De igual forma, recuerda a numerosos bailarines, quienes le solicitaron con frecuencia la realización de sus zapatillas, “de punta o media punta”. En su trayectoria se convirtió  uno de los pocos especialistas de este arte, tan necesario para los espectáculos de danza y ballet, donde el terminado de la zapatilla debe ser perfecto, pues no solamente debe tener buena presencia, sino que ellas deben ser suaves, livianas, sólidas y resistentes, para soportar los largos e intensos bailes de las complejas coreografías.

José Enrique recibió en 2009 por parte del Ministerio del Poder Popular para el Trabajo y Seguridad Social, el diploma de la Orden al Mérito en el Trabajo. Dos años más tarde, concretamente desde el 1° de mayo, comenzó a ser personal jubilado de la Fundación Teatro Teresa Carreño. Sin embargo, antes de su retiro, delegó sus conocimientos a dos grandes artesanas del zapato, a la señora Nora Áñez de Pérez y a la señora María Lizarazo, quienes acompañan también al maestro Marcos Azócar, especialista que ya tiene 20 años en este departamento. En este año, 2014, se reincorpora también el señor Richard Linares, quien había trabajado en este taller del teatro entre 1984 y 2002.

Texto: Asdrubal Urdaneta:
Fotos: Colección Fotográfica Centro Documental (2003), Luis Jiménez (2014) y Miguel Gracia(1987)

martes, 22 de julio de 2014

Aurelia Erbolari Scorza: semblanza de una Modista de Alta Costura


GENTE DEL TERESA

AURELIA ERBOLARI SCORZA, "La Nona"

Nació en Parma (Valmozora),  Italia
31 de agosto de 1924

Su madre fue modista y su padre trabajó en una fábrica de procesar el trigo. Su infancia estuvo acompañada de una sana vida de campo, entre viñedos, ríos y praderas. Su padre murió cuando ella apenas tenía seis años, dejando a su familia, una casa de tres pisos con un amplio terreno que les permite salir adelante. 
Desde muy joven ayudó a las labores de casa y siendo adolescente, comenzó a descubrir  sus habilidades con la aguja e hilo. Así pues, se ganaba la vida zurciendo y reparando los vestidos de los pobladores cercanos a su entorno.

Aurelia se casó a los dieciocho años con un militar de la aviación, especialista en radiotelegrafía, quien ya había viajado antes a Venezuela.  Cinco años más tarde, en el año 1951, le propuso mudarse a este país, específicamente a la ciudad de Barquisimeto, donde tenía algunos contactos y posibilidades de trabajo.

Luego de un duro viaje por barco que duró treinta días, finalmente lograron establecerse en esta ciudad, ella trabajando como modista y él, en la construcción haciendo quintas, pequeños locales y grandes proyectos como el Hospital de Barquisimeto, entre otras edificaciones. Más tarde, habiendo logrado una buena posición económica, la familia decidió trasladarse a Caracas en 1956, donde ambos seguirán desarrollando sus actividades con buenas perspectivas.

Poco a poco, el trabajo dedicado de Aurelia, le permitió entrar en contacto con el mundo artístico. Gracias a la esposa de un amigo, cantante de ópera, quien le solicitó la confección de un traje especial para una presentación. Desde entonces se da a conocer como una artesana muy hábil en la costura, ya que el vestido lo realiza con gran gusto, creatividad y excelente factura. Este episodio le abre el mundo del espectáculo, y en particular, el de la ópera y del ballet.

Se unió a un grupo de técnicos y productores que trabajaban para los eventos producidos por el Teatro Municipal de Caracas, destacándose de inmediato en el área de elaboración de vestuarios. Pronto conoció al Dr. Salvador Itriago, quien en 1973 creó la Fundación Teatro Teresa Carreño, y con él, y a través de este ente artístico, es contratada consecutivamente para trabajar en vestuarios para  obras de teatro y cine. Asimismo, se involucra en todas las producciones de óperas y zarzuelas realizadas durante esos años en el Aula Magna de la UCV y en los teatros Nacional y Municipal de Caracas.

Aurelia cuenta que una vez, durante una huelga de trabajadores en el Teatro Municipal de Caracas, los productores de una zarzuela, se vieron en la necesidad de pedir al personal de vestuario y maquillaje, que colaboraran participando en escena  como  figurantes, ya que el personal artístico en escenario era escaso. Así pues, durante varias funciones, el grupo de trabajadores, entre ellas Aurelia, se adaptaron, los zapatos, vestidos y pelucas para dar vistosidad y presencia a algunas de las escenas y así no tener que suspender las funciones por los conflictos laborales.

En 1981, entró formalmente en la Fundación Teatro Teresa Carreño, trabajando en espacios improvisados ubicados en áreas aún no finalizadas de la construcción del Complejo Cultural, en los que realizó, en circunstancias adversas y con mucho esfuerzo, vestuarios de gran complejidad, para obras de teatro, y óperas, como Italiana en Argel y La cenicienta, que fueron presentadas como estrenos en la Sala Ríos Reyna en los años 1983 y 1984 respectivamente. 

En diversas ocasiones, una colchoneta era la solución para el descanso nocturno, para así, con gran sacrificio, no interrumpir las interminables sesiones de trabajo y de esta forma sacar adelante las producciones que exigían en muchas oportunidades vestuarios de gran variedad, diseñados para más de 80 coristas, cantantes principales, comprimarios y figurantes. Cada uno de ellos con solicitudes y exigencias específicas a la hora de probarse un traje.

Algunos quedaban muy satisfechos, pero otros se quejaban por detalles en las costuras, por los tipos de tela, por lo holgado o ajustados de los trajes, por lo largo o corto de las faldas y pantalones, por los cierres o botones. En cada uno de los casos, Aurelia se tomaba el tiempo necesario, para reparar y mejorar estas molestias durante los intermedios o sobre el mismo escenario antes de abrir el telón.

Su formación fue autodidacta, sin embargo, reconoce como sus primeros maestros a sus mismos compañeros de trabajo, recordando particularmente a Roberto Spolatore y al vestuarista Adán Martínez, con quienes trabajó durante muchos años. Su destreza y conocimientos en esta especialidad, la llevaron a ser por más de 20 años, la Jefa del Taller de Sastrería.


Es incontable la cantidad de artistas que pasaron por el Departamento de Vestuario y Sastrería del Teatro Terea Carreño. En cada producción participaban decenas de ellos. Grandes personalidades del mundo lírico tuvieron una estrecha relación con Aurelia. Podríamos mencionar a Cayito Aponte, Lucy Ferrero, Sara Catarine, Víctor López, Víctor García, Inés Salazar, Aquiles Machado, Margot Parés Reyna, Pedro Liendo, William Alvarado, Sergio Daniele, Elizabeth Almenar, Susan Hinshaw, Adelaide Negri, Pablo Elvira, Cecilia Núñez, Luís Girón May, Violeta Alemán, Sherril Milnes, entre otros muchos artistas nacionales e internacionales que pasaron por la aguja de Aurelia Scorza.

Durante casi 30 años como modista, Aurelia no recuerda haberse sentado en las butacas de la Sala Ríos Reyna para disfrutar de un espectáculo. En varias ocasiones, sólo tras bastidores, podía ver por segundos, como se iluminaban sus trajes y vestidos, y cómo el público aplaudía un espectáculo, en el que el vestuario  ayudaba a definir con precisión las características de los personajes,  épocas y estilos.

Su larga experiencia en el arte como modista, aportó color y texturas en los trajes, que compartieron en todo momento, una imagen única y coherente sobre la escena. El resultado: un verdadero trabajo de equipo que hace ver el espectáculo, como algo real y creíble, llevando el drama o la alegría a puntos de excelencia que el público aprecia conmovido con un gran aplauso al cierre del telón.

Aurelia fue jubilada en el año 2006, culminando así una etapa de su vida, en la cual estuvo entregada al arte de la costura. Recibió varios premios, en los que destacan el Mara de Oro, Guaicaipuro de Oro, Escenario Juvenil,  5 botones y 5 diplomas de reconocimiento por mérito de trabajo otorgados por la Fundación Teatro Teresa Carreño.
Aurelia siempre ha amado al Teatro Teresa Carreño. Todavía se le ve frecuentar estos espacios para reencontrarse con sus compañeras de trabajo, dejando siempre a quienes saluda, una sonrisa de alegría a su paso. Su legado, lleno de  mística y trabajo, queda impregnado en cientos de trajes que volverán a tener vida en futuras reposiciones de óperas y zarzuelas sobre nuestros escenarios.

Texto Asdrúbal Urdaneta, 2014.
Fotos: Luis Jiménez (2014), Luis Brito (1998), Gonzalo Galavís y Colección Fotográfica del Centro Documental del Teatro Teresa Carreño


jueves, 19 de junio de 2014

Leonardo Azparren Giménez: un hombre de teatro


GENTE DEL TERESA

Nació en Barquisimeto el 12 de julio de 1941
Crítico teatral, diplomático, profesor universitario y gerente cultural

Azparren es Licenciado en Filosofía y Magister en Teatro Latinoamericano por la Universidad Central de Venezuela. En esa misma casa de estudios fue Profesor titular de la Escuela de Artes y Coordinador de la Maestría en Teatro de la cual egresó.
Como crítico teatral su nombre está vinculado a importantes medios impresos venezolanos, como El Mundo o Tal Cual; además es colaborador de revistas especializadas en Estados Unidos, España, Cuba, Francia y Argentina. Asímismo es Miembro del Instituto Internacional de Teoría y Crítica de Teatro Latinoamericano (Comité Científico), del Grupo de Estudios de Teatro Argentino (Comité Asesor) y del Centro de Investigaciones de Teatro Iberoamericano de la Universidad de Buenos Aires.

Su especialidad ha sido el teatro griego y el teatro venezolano, a los cuales le ha dedicado buena parte de su vida y que le ha otorgado un amplio reconocimiento nacional e internacional, como uno de los intelectuales más importantes de nuestro país. Fuera de nuestras fronteras esa labor ha sido reconocida, ejemplo es el Premio Armando Discépolo de Investigación de la Universidad de Buenos Aires.


De este último se cuentan numerosas publicaciones, imprescindibles para su estudio. Se destacan: El teatro venezolano (1967); El teatro venezolano y otros teatros (Monte Ávila, 1979); Cabrujas en tres actos (El Nuevo Grupo, 1983); Teatro en crisis (Fundarte, 1987); El gesto de mostrar (Sociedad dramática de Maracaibo, 1990); La máscara y la realidad (Fundarte, 1994); La polis en el teatro de Esquilo (Monte Ávila, 1993); Documentos para la historia del teatro en Venezuela siglos XVI, XVII y XVIII (Monte Ávila, 1996); El Teatro en Venezuela, Ensayos históricos (Alfadil, 1997); Teatro griego hoy y siempre (UCV, 2001); El realismo en el nuevo teatro venezolano (UCV, 2002); Sófocles: el espectáculo de la soledad (Monte Ávila, 2004); Estudios sobre teatro venezolano (UCV, 2006); Lecturas del teatro venezolano (AVL, 2011), José Ignacio Cabrujas y su teatro (Bid & co., 2012), Isaac Chocrón, la vida requisada (Bid & co., 2012).
Entre los años 1971 y 1989 formó parte del cuerpo diplomático venezolano. Sirvió en las embajadas de Venezuela en Hungría, Libia y Túnez. En el servicio interno se desempeñó en las direcciones de relaciones culturales y cooperación internacional.

Como gerente cultural ha desempeñando de manera exitosa la dirección de importantes instituciones de la estructura cultural venezolana: esta faceta la inició como Jefe del Departamento de Teatro y Danza del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, entre los años 1967-1970. Posteriormente, entre 1982 y 1986 fue Director del Fondo Cinematográfico de Venezuela; luego se desempeñó como Presidente de Monte Ávila Editores (1994-1995). De donde pasa a ser Presidente de la Fundación Teatro Teresa Carreño (1995-1999), en una Venezuela marcada por la crisis económica y la conflictividad social.
Azparren fue legalmente el primer Presidente de la Fundación Teresa Carreño, ya que desde 1973, cuando se crea la Fundación Teresa Carreño, la máxima jefatura de la institución la ejercía el Gerente General, correspondiendo la presidencia al Presidente del Consejo Nacional de la Cultura.
En el período ejercido por el profesor Leonardo Azparren Giménez, la administración de la Fundación mejoró notablemente en sus procedimientos administrativos internos, pues se diseñaron y aplicaron modelos gerenciales en todas las áreas de la institución. Durante su gestión, se renovaron los Estatutos Sociales de la Fundación y se incrementaron los ingresos por las actividades propias.
Igualmente, durante su gestión, se realizaron importantes producciones como la reposición de Aida (1997) bajo la dirección escénica de Orlando Arocha; el estreno de Turandot (1995), como resultado del convenio de cooperación, asistencia técnica y artística suscrita entre la Fundación Teresa Carreño y el Teatro Colón de Buenos Aires; el estreno en Venezuela de La flauta mágica (1997), realizada en coproducción con la Asociación Venezolana de Conciertos (AVC); el estreno de La Valquiria de Richard Wagner (1998), en cooperación entre la AVC, el Centro de Artes Integrales y el Colegio Integral El Ávila y la Asociación Wagner de Venezuela, Fundación Cultural Chacao.
El profesor Azparren apoyó decidamente al Ballet Teresa Carreño y sus creadores, auspiciando el estreno de nuevas coreografías: en 1994 se estrenó La cenicienta de Vicente Nebreda, clausurando el Festival Viva Nebreda. Dos años más tarde, se estrenó El cascanueces con coreografía también del maestro Nebreda, obra que desde entonces es la pieza emblemática del Complejo Cultural.
De igual manera, se publicó el libro único libro sobre la institución que se ha escrito hasta los momentos: Teresa Carreño. XV Aniversario (1998), obra que recopila la historia de la Fundación desde sus inicios hasta los primeros quince años de inaugurada la Sala Ríos Reyna. Decía el profesor Azparren en el acto de presentación de dicha obra: “El libro Teatro Teresa Carreño no halaga una administración. Es un libro para el futuro por el valor documental de sus textos y fotografías, por sus cronologías, por su excelente diseño y su impecable impresión. Es un tributo a la idea gestora, a la vida y a la permanencia del más importante centro cultural público venezolano”.
Durante su período como presidente de la Fundación, creó el Centro Documental del Teatro Teresa Carreño (1998), cuyo objetivo es recolectar, preservar y divulgar la memoria documental e histórica de la Fundación Teresa Carreño. Además, se recuperó el ánfora de bronce del escultor venezolano Nicolás Veloz, donde reposaron por varias décadas las cenizas de la excelsa pianista Teresa Carreño, la cual comenzó a formar parte de las piezas más emblemáticas de la Sala de Exposición Permanente Teresa Carreño.


En términos generales, se consolidó una política cultural de gran amplitud que recibió artistas de gran talla internacional y de todas las regiones del país. Su gestión fue eficiente y llena de logros administrativos y artísticos. Al cumplir su período de gestión, dejó un fideicomiso por más de dos mil millones de bolívares para la renovación tecnológica de las salas del Teatro, donación del presidente de la República Dr. Rafael Caldera, a través de PDVSA, con motivo de los veinticinco años de la creación de la Fundación y quince de la inauguración del Teatro.
Fotografías e imágenes: Colección Fotográfica Centro Documental

miércoles, 14 de mayo de 2014

!Música vibrante!

Por Rodolfo Saglimbeni*

Hablar de la sala José Félix Ribas es hablar de la historia musical del mundo musical venezolano de los últimos casi cuarenta años. A simple vista, el asociar el nombre de la sala José Félix Ribas1 con las artes y especialmente con la música, puede parecer algo extraño. Sin embargo, para los músicos venezolanos de las generaciones de los últimos veinticinco años, el nombre de José Félix Ribas, va ciertamente ligado a la filosofía de la juventud venezolana y en el caso de la juventud musical al manifiesto de “tocar y luchar por Venezuela” de las Orquestas Nacionales Juveniles e Infantiles, para quienes la sala José Félix Ribas es sede permanente.

Para el gran público venezolano, la sala José Félix Ribas ha sido –por sobre todo- el lugar de encuentro con las Orquestas venezolanas y para los músicos de la capital, de la provincia venezolana y del exterior, la sala que consagra a las manifestaciones musicales de nuestro país. Aunque la sala José Félix Ribas, no ha sido negada a otras bellas artes, su casi exclusiva dedicación para los conciertos sinfónicos de orquestas del todo el país, ha acaparado un porcentaje elevado de su ocupación.
Ideada en sus inicios como una sala de ensayos, muy pronto –y antes de la inauguración oficial del Teatro Teresa Carreño-, la sala propiamente dicha y sus adyacencias, albergarían al pujante movimiento de la Orquesta Nacional Juvenil de Venezuela. La recién terminada sala estaba rodeada de montañas de arena y piedra, junto a mezcladoras de cementos y muchos elementos relacionados con la construcción... Cada rincón de los que hoy conocemos como áreas del Teatro Teresa Carreño fueron improvisadas salas de clases y ensayos, en donde se gestó por un buen tiempo el ya histórico movimiento juvenil venezolano. Lo que conocemos ahora como las sala A y H fungieron además de depósitos de materiales de construcción en improvisadas salas de clases de teoría, solfeo, historia,  análisis musical, dirección de orquesta...

La estructura arquitectónica de la sala José Félix Ribas, obedece a necesidades acústicas y arquitectónicas que se fusionan creando una obra de arte. Las facilidades de las sala Ribas han sido adaptadas a las necesidades requeridas para la realización de todo tipo de conciertos, ya sean sinfónicos, de cámara y ensambles además de ópera y teatro.
La acústica en una de las virtudes más resaltantes de la sala. Su techo, -si bien debe ser visto como una obra de arte de Jesús Soto-, también constituye uno de los elementos acústicos de enorme peso específico en el “sonido” de la sala. El diseño geométrico de su escenario permite una gran movilidad y flexibilidad y por sobre todo creatividad a la hora de disponer de elementos en el escenario. Sus paneles acústicos móviles, hacen de la versatilidad de esta sala, uno de los centros artísticos del país y del continente, más adaptables a muchas manifestaciones artísticas que allí se presentan.

Como mencionamos al principio, la historia de la sala se asocia a unos cortos pero muy productivos veinticinco años de la Orquesta Nacional Juvenil e Infantil  de Venezuela. La sala Ribas ha sido testigo de tres generaciones de músicos de esta organización nacional. Desde la Orquesta Nacional Juvenil “Juan José Landaeta”, hasta la Orquesta Nacional Infantil y Juvenil de Venezuela, pasando por la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, se resumen casi cuarenta años de historia. La experiencia musical de la capital no fue menos en la provincia venezolana. 

Todas las capitales, ciudades y pueblos importantes de Venezuela, poseen un movimiento sinfónico, que en muchos de los casos –al igual que en la capital venezolana- poseen ya tres generaciones. La gran mayoría de estas orquestas, orgullo de sus regiones, han encontrado en la sala José Félix Ribas, el centro nacional de referencia revalidatoria de sus éxitos regionales. Los grupos profesionales, juveniles e infantiles de Venezuela, se han presentado ininterrumpidamente en las sala José Félix Ribas desde hace veinticinco años, sirviendo ésta sala y el Teatro Teresa Carreño como vitrina de lo nacional, así como de organizaciones internacionales de toda América las cuales se han inspirado en lo que se conoce como el “el milagro musical venezolano”.

La Orquesta Sinfónica Venezuela, fundada en 1930, a través de cuya gestión liderizada por el Maestro Pedro Antonio Ríos Reyna2 se gestiona la construcción del Teatro Teresa Carreño, -cuya Sala “grande” lleva su nombre - realiza una importantísima programación anual a través de conciertos de temporadas en la Sala José Félix Ribas. Similar gestión realiza la Orquesta Filarmónica Nacional y la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho. Estas instituciones junto a grandes solistas nacionales e internacionales, hace de la sala Ribas, uno de los centros de producción de conciertos más activos de todo el continente latinoamericano. Además, la sala Ribas ha sido testigo de muchas y exitosas grabaciones comerciales e institucionales de artistas nacionales.
Sin temor a equivocarnos, manifestamos que gran  parte de la historia musical de Venezuela, ha tenido en la sala Ribas como testigo, no sólo de grandes eventos sinfónicos, sinfónicos-corales, de música de cámara, ópera y teatro, sino además de múltiples actividades presentadas en las que se incluyen clases maestras con grandes figuras nacionales e internacionales, charlas, conferencias, encuentros y eventos diversos que hacen de la Sala Ribas, además de un centro de gran actividad artística, una referencia de gran importancia en el desarrollo del arte en Venezuela. 


Grandes orquestas, directores, solistas, ensambles, maestros, concuerdan en que la sala Ribas responde a los más altos niveles de exigencia que se esperan de un recinto.  Esta sala ofrece por otra parte grandes alternativas sonoras y movilidad con muy pocos elementos. El repertorio de cientos de grupos de los cuales la sala Ribas ha sido ilustre anfitriona, va desde las manifestaciones vocales, instrumentales de la música antigua, hasta las tendencias más modernas de la música académica, popular, del rock y del jazz. Se cuentan por miles los artistas venezolanos que consideran a la sala Ribas como parte muy  importante en el desarrollo y el éxito de sus carreras.

La excelente recopilación producida por el Centro  Documental del Teatro Teresa Carreño, recoge un meticuloso trabajo de investigación, que dedica a todos, pero por sobre todo a los artistas venezolanos, una cronología de las presentaciones realizadas en ella. La esencia de la sala José Félix Ribas, va mucho más allá de ser un simple recinto de eventos.... muchos la sentimos como la casa de los artistas de la música en Venezuela.

1 José Félix Ribas (1775-1815), oficial del ejército venezolano en la Guerra de Independencia.
2 Pedro Antonio Ríos Reyna (1905-1977), violinista, director de orquesta, promotor de la construcción de una sede propia para la Orquesta Sinfónica Venezuela,  proyecto que no logró ver culminado.
* Músico, director de  Orquesta. Este escrito fue preparado para una obra dedicada a la Sala José Félix Ribas que registraba la historia de este espacio desde sus inicios hasta el año 2000. Fue un proyecto coordinado por Teresa Alvarenga en el naciente Centro Documental, que no pudo ser impreso en su momento y cuyos artículos principales estaremos publicando por esta vía.
Fotografías:  Rodolfo Saglimbeni: Johathan Contreras (2013); fachada de Sala José Félix Ribas: Teresa Alvarenga (2000); Interior de la sala Luis Brito (1998); otras Colección Fotográfica del Centro Documental, 2014.

lunes, 5 de mayo de 2014

Carmen Sequera Bruno: una valenciana...


GENTE DEL TERESA

        Carmen Sequera Bruno: 
 una valenciana prestada a la danza nacional


Nació en la ciudad de Valencia, (Estado Carabobo,Venezuela),  
el 19 de agosto de 1952.

Desde muy pequeña demostró aptitudes para las artes plásticas, razón por la cual su madre la inscribe en la Escuela de Bellas Artes “Arturo Michelena”, donde paralelo a sus estudios básicos, cursó cuatro años de dibujo y pintura. 

También en esa casa de las artes, impulsada por una fuerte pasión por la danza, y muy a pesar de su corta edad, tomó la firme decisión de inscribirse en las clases de ballet. Su primera maestra fue Nina Nikanórova (1923-2013), quien desde entonces y durante ocho años siempre la apoyó y animó a seguir adelante con sus estudios de la danza clásica.

Egresada como bailarina y profesora de ballet; y con un nombramiento por la Secretaría de Educación y Cultura del Estado Carabobo, continúa su carrera integrando en calidad de solista el Conjunto Coreográfico del mismo Estado, presentándose en importantes salas del país.

En 1974 asistió al Séptimo Festival Internacional de ballet en la ciudad de Varna (Bulgaria), en calidad de observadora. En cuya ocasión tuvo la fortuna de recibir clases de los reconocidos maestros presentes en el Festival.

Estudió técnica de la danza y pedagogía del ballet con los maestros Nina Nikanórova, Eric Volodín, Olga Kosnstrisky, Ninel Yultieva, José Parés, Julio Lamas, Juan Juliano, Rodolfo Rodríguez, Rubén Echeverría, Irina Ivanova y Rafael Portillo, entre otros.

En las comunidades de La Pastora y La Candelaria de la ciudad de Valencia, hizo trabajo social impartiendo clases de danza folclórica y clásica a niños y niñas de escasos recursos. También fue profesora y coreógrafa del Conjunto Coreográfico del Estado Carabobo, y de las escuelas de ballet de los Ateneos de Puerto Cabello y del municipio Miranda del mismo Estado.

Contribuyó con la formación de destacadas figuras de la danza nacional e internacional, tales como Jhonny Manaure, primera Figura del Ballet Trockadero de Nueva York; Héctor Montero, primera Figura del Ballet Nuevo Mundo de Caracas; María Rita Vella, directora del Ballet del Colegio Nuestra Señora de Lourdes (Valencia) y Sonia Fajardo, directora del Ballet Nueva Era de la Universidad de Carabobo.

En el año 1979, autoridades de la Fundación Teresa Carreño, la seleccionan junto a otros doce bailarines profesores, para formar el cuerpo de baile estable de la Fundación Teresa Carreño, el cual estaría bajo la dirección artística del maestro Rodolfo Rodríguez.

Durante su carrera compartió escenario con figuras de renombre, como Rudolf Nureyev, Fernando Bujones, Verónica Tennant, Ekaterina Maximota, Vladimir Vasiliev, Yoko Ichino, Yoko Morichita, Dominique Kalfouni, Peter Breuer, Julio Bocca y Eleonora Cassano, entre otros.

Después de muchas experiencias y éxitos, desempeña el cargo de asistente a los maestros principales y a la coordinación interna de la compañía de ballet del Teatro, la cual estaba bajo la dirección artística del maestro Vicente Nebreda.

En 1990, el entonces Director General de la Fundación Teresa Carreño, Lic. Elías Pérez Borjas, le propone ejercer como Coordinadora General de la recién creada Escuela de Ballet Teresa Carreño, cargo que acepta. 

Seis años después, la mencionada escuela afronta situaciones adversas al ser desalojada de las instalaciones del Complejo Cultural y entonces el profesor Leonardo Azparren, presidente de la Fundación Teresa Carreño la traslada al área administrativa, concediéndole el nombramiento de Asistente a la Subgerencia de Mercadeo. Desde entonces ocupa varios cargos en los cuales siempre demostró profesionalismo y pasión. El 31 de abril de 2011, es jubilada del Teatro Teresa Carreño, mientras ocupaba el cargo de Asistente a la Coordinación de Relaciones Institucionales.


Actualmente la maestra Carmen Sequera sigue estrechamente vinculada al mundo de la danza clásica y a la Fundación Teatro Teresa Carreño, colaborando en diversas actividades del Centro Documental. Asimismo, ha realizado un aporte significativo como asesora ad honorem en el área la historia del ballet Teresa Carreño y suministrado valiosísimos materiales fotográficos de su archivo personal.

Texto: Asdrúbal Urdaneta
Fotos: Archivo Personal Carmen Sequera/ Colección Fotográfica del Centro Documental