martes, 26 de agosto de 2014

Tras cuarenta años de Vicente Emilio Sojo

Tras cuarenta años de Vicente Emilio Sojo

Por Fabiana Sans Arcílagos

“Hombres así no mueren,
quedan en el espacio y en el futuro, al porvenir,
hasta la fecha del “Dies irae”1

Muchos han escrito sobre Vicente Emilio Sojo, muchos lo ha recordado y homenajeado. Hoy, cuarenta años después de su pérdida física, pero no espiritual, vamos a emprender un pequeño viaje al pasado, retomando algunas de las palabras que se han dicho por y para él, con la intención de recordar y destacar el afecto plasmado a través del tiempo para que quienes no lo conocen aún, sepan quién fue, y los que sí, lo rememoremos en su esencia, desde la voz de sus discípulos y allegados e incluso desde su propia voz.
Gracias “a la asiduas insistencias de Flor Roffé de Estévez”, en 1964 las Breves notas sobre algunos aspectos de la vida musical de una persona, ven la luz. En este folleto autobiográfico, donde el maestro Sojo se refiere a sí mismo en tercera persona, cuenta que vino al mundo el 8 de diciembre de 1887 en Guatire (actual Municipio del Estado Miranda) en el seno de una familia principalmente de artesanos y agricultores, aunque por línea materna tuvo dos antepasados músicos: el Licenciado Francisco Castro y su hijo Domingo. 
Sojo recibió sus primeras lecciones musicales de forma gratuita con Régulo Rico en el período comprendido entre mediados de 1806 hasta 1905. Ya en esta época se registran documentos en los que se puede percibir el gran músico que sería nuestro maestro. Una muestra de ello se resguarda en un documento del Consejo Municipal de Guatire, fechado en 1905, en el que se hace una solicitud de instrumentos para la Unión Filarmónica del Distrito Zamora; en esta misiva se comenta que hay jóvenes que se destacan, y que perfeccionando sus estudios con dicha dotación serían gloria de la patria, enfatizando que, entre ellos, sobresale  Vicente Emilio Sojo.
En el año 1906 se muda a Caracas, donde combinaría su oficio de tabaquero con los estudios musicales en la Academia de Bellas Artes, bajo la custodia de Andrés Delgado Pardo, aunque confiesa que “su verdadero maestro fue Hilarión Eslava; a través de su tratado de Armonía y el Contrapunto y Fuga”2
De entre sus anécdotas de juventud cabe destacar un episodio en 1911, cuando Joaquín Silva Díaz lo derrota en un concurso y a él le concedieron mención de honor, por “su concienzuda labor armónica”3.
Sojo nos remite en su escrito hacia aquella Caracas en la que se empezaron a escuchar las notas del “arte nuevo” europeo, más concretamente francés y los jóvenes se empezaron a familiarizar con las formas. Particularmente “le cautivaron la técnica modulatoria de Frank; la fineza expresiva de Fauré; la intensidad poética de Debussy, y la suma limpidez de Ma Mére l’ole de Ravel”4.  De aquí en adelante Sojo ensaya el nuevo estilo y se demuestra en sus composiciones como Salve Regina, O Salutaris, entre otras.
Con este último comentario como base, Rhazés Hernández López nos remite al recuerdo de un concierto homenaje al maestro Sojo, realizado por la Orquesta Sinfónica de Venezuela. En éste sonaron las notas de su obra Treno para orquesta. Sobre este momento Hernández López expone que “es una obra de gran envergadura (…). Por momentos trae reminiscencias de Fauré o mejor, de los románticos franceses de la penúltima década del siglo XIX. (…) Una concepción suelta en su vuelo, realizada con propiedad y dominio”5.
Proseguimos así con el relato del maestro y con otra de sus obras: la Misa Cromática. Cuando ésta fue dada a conocer,  fue “objeto de controversia, puesto que no se ajusta a cánones hieráticos: los acordes que en número de sonidos sobrepasan a las tríadas, se enlazan con absoluta libertad; los giros melódicos abundan en distancias prohibidas por los “domies” del género”6.  Esta misa fue estrenada en 1924 en la Catedral de Caracas, y es una obra que registra una nueva etapa en la música religiosa venezolana, pues “abandona el diatonismo para adentrarse con profundo aliento en la armonía cromática”7.

En base a esta afirmación, podemos escuchar de Antonio Lauro palabras similares cuando precisa que Sojo “llegó a innovar dentro del género musical, introduciendo un cromatismo que hasta esa fecha estaba prohibido. En la música litúrgica no se permitía el procedimiento armónico cromático (…) La notas de adorno, que fueron otra de las cosas que dominó el maestro Sojo muchísimo y es lo que hacen tan bellas  sus composiciones”8.
Entre anécdotas y datos cronológicos, Sojo nos va desglosando sus obras y detalles que derivan de esta historia. Llegamos entonces a 1936, fecha en la que fue nombrado Director de la Escuela Superior de Música. “Lo primero que Sojo hizo fue transformar, sin consulta, la primitiva clase de armonía en Cátedra de Composición”9. De aquí en adelante un número selecto de alumnos tuvieron la oportunidad de forjar junto al maestro Sojo la vertiente de la escuela nacionalista.
El ya citado Hernández López recuerda este movimiento nacionalista como la creación de una escuela y dice que “representa una de las contribuciones más firmes para una definición de nuestra cultura, de nuestra presencia como algo propio”. Prosigue comentando:  “cerca de un centenar de obras llevan inscrito con rúbrica indeleble el signo de lo nacional sin que allí encontremos lo estereotipado de un mal gusto, la chabacanería chovinista y el alarde sin la perfección de lo espiritual.”10.
Por su parte José Antonio Abreu opina que “él (Sojo) estuvo muy en sintonía con el movimiento latinoamericano que encabezaban Ginastera, Chaves y Villalobos que en aquel entonces, fundamentalmente en América Latina, entendió la necesidad de insertar el movimiento de composición venezolano dentro de ese cuadro continental y lograr una expresión musical de profunda originalidad y de profunda raíz nacional en la historia”11

Sojo se dedicó en cuerpo y alma a promover la cultura nacional a través de la música y realizó esta labor de distintas maneras: desde su propia obra, desde la enseñanza,  como recopilador y editor de diversas obras del acervo nacional y, la más relevante de todas, como maestro de maestros (Inocente Carreño, Evencio Castellanos, Antonio Estévez, Antonio Lauro, entre otros).
Cabe destacar, como nota anecdótica, que el maestro Sojo como resultado de búsqueda del perfeccionamiento musical, era altamente selectivo con sus alumnos. No permitía que todos los estudiantes que así lo quisieran, recibieran sus lecciones. Él escogía minuciosamente a sus alumnos, se dedicaba a conocerlos y desarrollar su potencial, sin perder de vista las ideas que quería enseñarles. Bien lo comenta Antonio Estévez “él sabía llevar a sus discípulos según su idiosincrasia, según su grado de preparación previa, según su sensibilidad, según las cualidades psicológicas de  cada quien y  él penetraba en eso mismo y trataba de llevarlo individualmente a cada uno con sus características, respetando y a la vez insuflándole las ideas que él quería”.12

En sus breves notas continúa hablando sobre sus obras, alumnos y anécdotas. Pero, yendo un poco más allá, no podemos dejar a un lado la labor emprendedora de Sojo, que tiene hoy día su más alto representante en la Orquesta Sinfónica de Venezuela. Su tenacidad por no dejarse llevar ante la desidia, el intrusismo, el facilismo y la poca fé, lo llevaron a consagrar la principal institución musical del país.
Se puede leer sobre este tema a Pedro Antonio Ríos Reyna cuando detalla “el maestro Sojo tuvo que vencer muchas dificultades (…). Los conciertos ocasionaban perdidas, que el Maestro Sojo cancelaba personalmente, la mayor parte de las veces. En muchas ocasiones, también regalaba instrumentos a los ejecutantes jóvenes”.  Sojo mantuvo su “esfuerzo heróico” por más o menos 18 años. Gracias a él se logra la estabilidad y bienestar de la orquesta”. Culmina aseverando que “la Orquesta Sinfónica Venezuela, fruto de su tesón y de su espíritu creador, es su más hermosa obra y el mejor monumento que puede levantarse a su espíritu de abnegación y sacrificio”13
Además, al maestro Sojo lo vemos no solo en su afán en formar músicos o instituciones, sino en la creación e implantación de "tradiciones" para el deleite del público, como fueron por ejemplo los Conciertos Sacros, ofrecidos en el Teatro Municipal de Caracas. En estos conciertos se escuchaba la música de los compositores venezolanos de la colonia y, a pesar que trataron de acallar esa labor, según nos comenta Rházes Hernández López, “la voluntad y tenacidad del artista mirandino, su espíritu emprendedor, y en la convicción de que se estaban llevando a cabo un trabajo de recuperación, de rescate, los Conciertos Sacros del Viernes del Concilio se transformaron en una indestructible institución”14.
Así, en estos Conciertos Sacros, que comenzaron el 31 de marzo de 1933 y se realizaron durante casi tres décadas, no sólo se implantó la divulgación a través del Orfeón Lamas y la Orquesta Sinfónica de Venezuela de los maestros coloniales, sino que se fomentó la creación de nuevas obras, especialmente corales (para ser interpretadas por el orfeón),  las cuales marcarán una intensa e importante etapa liderada por Sojo y algunos contemporáneos, como Juan Bautista Plaza y José Antonio Calcaño, que más tarde sería continuada por sus discípulos prolongando ese legado hasta el día de hoy.

Remitiéndome a mis primeras palabras, muchos han escrito sobre él, muchos lo ha recordado y homenajeado. Sin embargo, nunca habrá suficientes palabras de agradecimiento y admiración hacia el padre del nacionalismo musical venezolano, instaurador de la Escuela de Madrigalistas y fundador del Orfeón Lamas y de la Orquesta Sinfónica de Venezuela. “El destino lo puso en el momento apropiado y lo cumplió a cabalidad. Fue un hombre íntegro, un hombre que se dedicó completamente a la música y a la formación de músicos”15. Sobre él recaen las notas de todas las generaciones. Hoy su nombre suena en el mundo. Gracias Vicente Emilio Sojo.

Texto: Fabiana Sans Arcílagos
Agosto de 2014
Fotografías: Colección Fotográfica del Centro Documental, Teatro Teresa Carreño
Prensa: Colección Hemerográfica del Centro Documental, Teatro Tereresa Carreño: Últimas Noticias, 11 de agosto de 2004; El Universal, 11 de agosto de 2004; El Pueblo, 11 de agosto de 2004.

Bibliografía
1 Hernández López, Rhazés. (1971, 12 de diciembre). El maestro Sojo y sus 84 años. El Nacional. Caracas-Venezuela.
2,3,4,6,7,9 Sojo, Vicente Emilio. (1965, 8 de diciembre). Breves notas sobre algunos aspectos de la vida musical de una persona. El Nacional. Cuerpo C, p.1, 12 y 14 Caracas-Venezuela.
5 Hernández López, Rhazés. (1970, 8 de febrero) Concierto homenaje al Maestro Sojo. El Nacional. Cuerpo A-5. Caracas-Venezuela.
8, 11,12,15 Cachano Films para Lagoven S.A. (Sin fecha). Documental sobre la vida del Maestro Vicente Emilio Sojo [Vídeo]. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=Z3d4nHY21-8 / https://www.youtube.com/watch?v=-KD1mFnkjSw / https://www.youtube.com/watch?v=ue-EqbG_k3I
10 Hernández López, Rhazés. (1967, 10 de diciembre). El Maestro Sojo y su obra. El Nacional. Cuerpo A-7. Caracas-Venezuela
13 Lozano Rafael. “Pedro Antonio Ríos Reyna o la ovación musical”. Revista Tópicos Shell.
14 Hernández López, Rházes. (1968, 7 de abril). Concierto sacro en la Catedral. El Nacional. Cuerpo A-5. Caracas-Venezuela
Hernández López, Rhazés. El maestro (1975, 2 de febrero). Sojo en el tiempo y en el espacio. El Nacional. Cuerpo A-4 Caracas-Venezuela.
Sangiorgi, Felipe. El Maestro Vicente Emilio Sojo, vida y obra. Revista musical de Venezuela N° 27. Enero-Abril. 1989. Caracas-Venezuela

martes, 12 de agosto de 2014

José Peraza, calzando a la gente del Teresa

GENTE DEL TERESA

José Peraza, calzando a la gente del Teresa

Santa Lucía del Tuy, Edo. Miranda, 18 de septiembre de 1949

Hombre de origen humilde. Desde pequeño se dedicó a compartir con su familia diversas tareas para poder sustentarse. Trabajó como vendedor de periódicos, caletero y limpiador de zapatos. Esta última actividad estimuló su curiosidad por el mundo de las formas y modelos en los calzados, tipos de cueros, colores, tintes, tacones y suelas, logrando así crear una pequeña fábrica artesanal para la confección y reparación de zapatos.
Cumplió con el servicio militar, destacándose como Auxiliar de Oficina en el Destacamento de Los Cazadores Páez, ubicado en San Juan de los Morros. También realizó pequeños cursos relacionados con el diseño del calzado y de Seguridad Industrial.
Más tarde, luego de trabajar en diferentes ocupaciones, a sus 25 años, estudió Zapatería en el INCE con el Profesor Laya. Al finalizar estos estudios, fue llamado para colaborar en el área de zapatería y vestuario, durante los espectáculos de ópera y zarzuela que se presentaban con frecuencia en el Teatro Municipal de Caracas. Es allí, donde Domingo Peraza (su hermano) y a Alirio Uribe “Sopa”, quienes lo invitan a trabajar en el Departamento de Zapatería del Teatro Teresa Carreño, donde ingresa formalmente en el año 1983.
Entonces, comienza una exitosa carrera en esta área tan difícil y tan poco conocida: la fabricación y adaptación de calzados de todo tipo y estilo, para cantantes, bailarines, coristas, actores, actrices y figurantes, de las presentaciones en los escenarios del Complejo Cultural del Teatro Teresa Carreño y en las principales salas teatrales del país.



Su formación se complementó con los consejos y  enseñanzas de profesionales de la talla del señor Garófalo (su primer maestro como utilero), Adán Martínez, Spoladore y Aurelia Scorza, quienes durante años coronaron sus trabajos como vestuaristas, con los finos detalles que realizaba Peraza en los zapatos, zapatillas, botas, botines y sandalias, que eran solicitados en los montajes. Es ocurría tanto para la ópera o el ballet, como también para espectáculos populares.
Esta tarea ameritaba un gran conocimiento en cuanto a los estilos, épocas y ambientes, en los que se desarrollan las historias y tramas de los montajes.
Al final, su trabajo siempre llevó su inconfundible sello, que por más de 27 años de labores ininterrumpidas cumplió en su Departamento de Zapatería, en el área de Producción del Teatro Teresa Carreño.
José Peraza, recuerda con gracia muchas anécdotas, en las que cantantes de baja estatura, le solicitaban aumentar las alturas de sus suelas, o de cantantes de gran estatura, que le suplicaban ensanchar las hormas para sus pies.
De igual forma, recuerda a numerosos bailarines, quienes le solicitaron con frecuencia la realización de sus zapatillas, “de punta o media punta”. En su trayectoria se convirtió  uno de los pocos especialistas de este arte, tan necesario para los espectáculos de danza y ballet, donde el terminado de la zapatilla debe ser perfecto, pues no solamente debe tener buena presencia, sino que ellas deben ser suaves, livianas, sólidas y resistentes, para soportar los largos e intensos bailes de las complejas coreografías.

José Enrique recibió en 2009 por parte del Ministerio del Poder Popular para el Trabajo y Seguridad Social, el diploma de la Orden al Mérito en el Trabajo. Dos años más tarde, concretamente desde el 1° de mayo, comenzó a ser personal jubilado de la Fundación Teatro Teresa Carreño. Sin embargo, antes de su retiro, delegó sus conocimientos a dos grandes artesanas del zapato, a la señora Nora Áñez de Pérez y a la señora María Lizarazo, quienes acompañan también al maestro Marcos Azócar, especialista que ya tiene 20 años en este departamento. En este año, 2014, se reincorpora también el señor Richard Linares, quien había trabajado en este taller del teatro entre 1984 y 2002.

Texto: Asdrubal Urdaneta:
Fotos: Colección Fotográfica Centro Documental (2003), Luis Jiménez (2014) y Miguel Gracia(1987)